13/7/07

Coca-Cola (Coke).


Siempre ha estado ahí. Es como el espejo del baño: Nadie sabe quién lo trajo, ni cuándo lo trajeron, el punto es que está ahí, intacto, viendo pasar nuestros días, todos y cada uno de ellos, indicándonos qué hay para hoy, recordándonos que el tiempo pasa, aunque no lo parezca. Una función similar es la que cumple Coca-Cola. Al igual que el espejo, nos recuerda qué tenemos que hacer: Tomar Coca-Cola.
Coca-Cola nos mira en cada lugar, siempre está ahí. Cuando esperamos la micro; cuando vamos en el metro; cuando estamos esperando que el Boomerang nos deje caer; cuando escuchamos la radio FM y AM; cuando vamos a hacer un ensayo para la PSU; cuando compramos una Pepsi; siempre hay una Coca-Cola que nos mira y nos dice qué tenemos que hacer: Tomar Coca-Cola.
Parejas felices, niños sonrientes, abuelos que recuerdan sus años mozos, mamás que quieren a sus hijos, familias perfectas (mamá, papá, hijo, hija, perrito), chicos cool, chicas fashion, superestrellas del rock, astros del balón… todos ellos disfrutan de una negra, fría, suave, refrescante, sabrosa y reconfortante Coca-Cola.
Si incluso, ha pasado a formar parte de nuestra cultura urbana. No lo notamos, porque está tan enraizada que es tan obvia su presencia como que todos sabemos quién es Elvis Presley o Bart Simpson. ¿Quién no ha tomado Coca-Cola con café o Coca-Cola caliente para derrotar el sueño? Si incluso, en sus comienzos la Coca-Cola era un símil de la Aspirina.
El punto es que la Coca-Cola siempre está ahí, haciendo de todo, obligándonos. Su publicidad siempre es la más llamativa, siempre la más convincente, siempre con el jinggle más pegajoso, siempre con la promoción con más arrastre, siempre con un envase más económico y con una modalidad distinta.
La Coca-Cola se ha vuelto una verdadera necesidad básica, para todos los estratos sociales. No es necesaria para el hombre, pero al menos eso es lo que la publicidad dice, y eso es lo que vale.
Todo el mundo toma Coca-Cola: Orientales y Occidentales, Negros y Blancos, Comunistas y Capitalistas, Pobres y Ricos, Hombres y Mujeres, Niños y Ancianos. Dejar de tomar Coca-Cola es difícil, y más difícil aún cuando todos los que te rodean ya están inmersos en la vorágine del consumismo.
Ya he intentado tres veces de dejar la Coca-Cola, a pesar de que no soy un ferviente consumidor (no he tomado más de un litro a la semana, considerando que la estadística es de medio litro diario por persona).
Voy a dejar de tomar Coca-Cola, aunque todo el día esa roja imagen me diga que voy a ser un perdedor, un fracasado, un infeliz, un apartado social, un extraño, un sucker, un aburrido, un desgraciado, un idiota y un tarado. No sé porqué voy a dejar de tomar, quizás de puro ocioso, quizás de anti-sistémico, quizás de aburrido, aburrido ante la monotonía del color negro, quizás de puro iconoclasta. Si debe ser de puro iconoclasta.
Y cuando vaya a un local de comida rápida, pida un combo 3 y la señorita atendedora me haga la obligada pregunta "¿Coca-Cola las bebidas?", le voy a poder responder "No, Sprite".
No es un gran cambio, pero es un cambio.



Photo by Vale.

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