30/3/07

El Laconismo.


Los espartanos se caracterizaron por su forma de hablar precisa y concreta. Preferían ocupar su tiempo en luchar que en hablar. Su forma de hablar llegó a conceptualizarse, y es conocida como Laconismo, debido a que la península que habitaban era la Península de Laconia.
Acerca de su forma de expresarse, es posible encontrase con varias expresiones y frases (célebres algunas) que ilustrarían de muy buen modo la mentalidad espartana:

Dos mujeres discutían, una era espartana y la otra era ateniense. Esta última dijo que los espartanos estaban sometidos ante sus mujeres, que estas los mandaban y los obligaban. A lo anterior la espartana respondió que “las mujeres espartanas son las únicas que dan a luz verdaderos hombres”, haciendo referencia a la superioridad militar que los espartanos tenían ante los demás pueblos griegos. Además, en una segunda revisión, nos podemos percatar del nivel que tenía la mujer en Esparta, muy similar a la de los hombres, cosa que definitivamente no era así en el restante Mundo Conocido.

Cuando un Hoplita (Unidad militar espartana) se despedía de sus familiares, estos le decían “Vuelve con tu escudo o sobre éste”, indicando la imposibilidad que tenía un espartano de huir durante la batalla: Si el hoplita salía victorioso, volvería a Esparta cargando su escudo; en tanto, si caía en la batalla, su cuerpo sería cargado sobre su escudo. Al espartano le valía más que se regresara sin vida, a que se regresara sin honor. La cobardía no era concebida por los espartanos.

Durante las Guerras Médicas (Siglo V), los espartanos se enfrentaron a los ejércitos persas. La más destacada de estas batallas, es la heroica Batalla de Termópilas (Puertas Calientes), en la que trescientos espartanos resistieron frente a cerca de doscientos mil persas. El ejército de Esparta era guiado por el Rey Leonidas, y el ejército persa estaba bajo el dominio de Jerjes I, el Rey-Dios. Durante esta batalla, muchas frases distinguieron el Laconismo espartano…

Mientras las fuerzas de ambos bandos estaban listas para la batalla, y Jerjes contando con la inmensa superioridad numérica, le dice a Leonidas “Ríndete, pásame tus armas”, a lo que el Rey León responde “Ven por ellas”, lo que equivalía a un ofensivo desafío de pelea.

En otra ocasión, el capitán del ejército espartano recibió la noticia del numeroso contingente de arqueros con los que contaba Jerjes, se decía que “Sus flechas oscurecían el sol, volvían el día en noche”, a lo que el capitán respondió “Tanto mejor, lucharemos a la sombra”, con lo que quedó claro que los espartanos jamás le tendrían miedo a ningún adversario, sus valores del honor, la dignidad, la fidelidad, la obediencia, el respeto y sobre todo la valentía predominaban por sobre cualquier obstáculo.

Respecto al enorme ejército de Jerjes, Leonidas dijo que, efectivamente los persas contaban con “Muchos hombres, pero no contaban con ningún guerrero”. Los espartanos se sabían poseedores de un dominio superior de las habilidades guerreras que los demás pueblos, por lo que distinguían entre un hombre o un soldado de los guerreros espartanos.

Cuando ya todo estaba perdido en Termópilas, Leonidas mandó a Dilión, un destacado guerrero a Esparta para que contara la heroica historia de Termópilas a todos los griegos, que contara “la gran victoria espartana”. Luego de enviar al mensajero, alentó a sus diezmados guerreros gritándoles “¡Prepárense para la gloria!”, y luego, devolviéndolos a la realidad, les dijo “Tomad un buen desayuno, pues esta noche cenaremos en el Hades (Infierno)”, haciendo referencia a que finalmente caerán frente a las miríadas de soldados persas, pero lo harán de buena gana, defendiendo el honor de Esparta.

Tras la batalla, que fue una victoria transitoria para los persas, se instaló un letrero en Termópilas que dice: “Oh, extranjero, informa a Esparta, si pasas por allí, que aquí hemos caído defendiendo su ley”. El triunfo moral obtenido en Termópilas inspiró los espíritus de todos los griegos, llevándolos al triunfo en las siguientes batallas de Salamina, Platea y Micala.

7/3/07

Tarea de Castellano.


Esta es una tarea de castellano:


¿Quién soy yo? Muchas mañanas me he preguntado aquello, y sin obtener mayores conclusiones, esa cuestión resurge cada cierto tiempo. De tanto ensimismarme y escudriñar acerca de eso, la interrogante se me vuelve cada vez más abominable. Prescindo de las descripciones ajenas para responderla, y de forma intransigente, vuelvo a preguntarme ¿Quién soy yo? ¿Si no me hubiera llamado Nicolás Ried, sería el mismo yo?

Al final del día, intento conciliar todas las respuestas que he obtenido. Todas ellas se condensan en una: Yo soy el mismo que está en el espejo todas las mañanas. A pesar de que de él sé sólo lo insustancial, considero que su vida puede representar plenamente lo que es la mía.

De él sé que nació en la tierra “que no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida”, el mismo día en que el ejército estadounidense invadía Panamá con el fin de censurar un gobierno de facto. Eso es algo de lo poco que de él sé, aunque además sé que nunca pretendió ser igual a otros. Desordenando la cronología de la narración de su vida, puedo mencionar que ya en el día de hoy es un estudiante joven, un joven estudiante con sueños, sueños que son grandes, dignos de aquel que dio el nombre a la institución donde estudia, aunque sin tintes de arrogancia. Estos sueños se los han inculcado verdaderos modelos de virtud, que lo han inhabilitado para ser un disoluto desde pequeño. El cumplimiento de esos sueños, los avisto claros para él, ya que la adversidad le ha sido un obstáculo no muy difícil de deponer, y no lo ha logrado cohibir, incluso lo han impulsado a seguir la carrera de la vida enfocada a la simple búsqueda de conocimiento… Y al final, me doy cuenta que el del espejo es “él más sus circunstancias”, y a menos que lo vea pestañearme alguna vez con sus dos ojos, voy a seguir dando por hecho que él es yo y yo soy él.