30/11/07

100.


Prolegómeno al Centésimo Texto.

Quizás jamás pensé en llegar a tener cien textos o a cumplir un año escribiendo. Quizás no lo pensé. Sin embargo, la quimérica vida que debe llevar alguien en las circunstancias socio-sistémicas que me llevan, obliga a tener un tubo de escape que sepa canalizar las ideas incomprensibles para algunos (y no tan incomprensibles para otros).
La función de este canalizador de sentimientos e ideas, ha variado en relación al tiempo, con distintas metas y objetivos según la longitud que posea el tiempo. Pasando de lo explícito y claro, a lo implícito y obscuro, he logrado intencionar y malintencionar textos que, si estuvieran sin máscara, sería como darme un verdadero disparo en la espalda para que parezca suicidio.
Las ideas que canalizo por este medio en un momento eran explícitamente academicistas y precisas, o al menos eso pretendía. Tras ese switch que hizo cambiar o dinamizar mis letras, las ideas se mostraban más superfluas, menos profundas, más descriptivas, menos precisas, más juveniles, pero sobre todo menos explícitas y más implícitas. Las letras se mostraron con códigos y mensajes solapados. Mensajes ocultos tras el velo de un texto absurdo.
Escribo lo que quiero decir, pero utilizando otras palabras.
Por eso, y para fortalecer aquella idea, decidí no escribir algo nuevo para el centésimo texto, sino renovar o reeditar el texto más representativo de lo quiero representar. Un texto que logra contar (y cantar) nítidamente un sentimiento y una escena, al mismo tiempo que esconde una gran lista de sentimientos e ideas que, a pesar de estar presentes, no aparecen. No aparecen a simple vista, pero que sí están, y en alta definición.
El centésimo texto, una reedición de “El Teatro de Comienzos de Milenio”, el texto que dice todo y nada, el texto que muestra escondiendo, el texto que dice callando, y que ahora recibe un nuevo enfoque para, desde el mismo lugar, dictar ideas y sentimientos distintos, o al menos cantarle a algo distinto. Lo esencial pretende ser invisible a los ojos y simultáneamente pretende mostrarse totalmente desnudo.

El Teatro de Comienzos de Milenio (Segunda Edición).

La musa no cantaba. Está invadida de pajaritos que, aunque no son carnívoros, estorban ante mis necesidades de bajofondo poético. Cuando al fin logré espantar esos obstáculos de nuestro cerco tácito de complicidad, pude también retratar el instante preciso de la inspiración exacta.

Apagamos los sentidos, nos desarmamos, nos pusimos la máscara y dimos comienzo a la función.

Miré la fachada del estro femenino, mientras ella, creando desde su mente realidades ficticias y ficciones reales, que acomodaban nuestras sugestiones implícitas, no cedíamos un nanómetro frente al público expectante. Tirando y aflojando esas sensaciones nulas, que sin ser dolientes, son explícitamente solapadas, con la finalidad de ocultar todas esas expresiones que piden a gritos salir de sus jaulas de cristal sacrílego.

Las direcciones de las miradas son radicalmente opuestas, sin embargo se buscan, no se encuentran, pero se buscan. Esquivos, hablamos de lo que sea, pero hablamos de eso hasta que los engranajes de la comunicación se vean sobreexplotados. Cuando la comunicación fallece, desesperados, inventamos cualquier excusa para seguir ahí, con sincronías corporales únicas, hablando de todo y mirando a la nada. En último término, gritamos, para evitar desesperadamente el fin de la escena.

¿Por qué lo hacemos? No tiene explicación. ¿Qué queremos? No está claro aún. Lo que sí, lo queremos, y lo queremos de tal forma, que arriesgamos todo lo que hemos formado, por la sola esperanza de seguir incrementando el volumen de esta obra.

La reciprocidad no es total cuando es sólo uno el que se oculta y sólo uno el que provoca. Frío como una roca fría, me quedo con la esperanza. Todas mis hipótesis acerca de tu cabello se vieron descartadas tras aquella transcripción de fenómenos, imposibles para ambos, deleitantes para ambos, incomunicables para ambos.

El obligatorio amor a la soledad de comienzos de milenio nos llama, no queremos oírle. Intentamos poniéndonos cerilla en las orejas, pero nada funciona cuando de cobardía se trata. Fuimos cobardes.

Con temor me despido.
Con hipocresía te presentas incólume.
Con valentía te acompaño a la escalera.
Con tristeza pisas los peldaños.
Con empatía alzo la voz. Te pregunto.
Con falsedad me dices que no.
Con seguridad me voy.
Con seguridad te vas.

Fin de la función: Todos ganamos, aparentamos haber perdido, pero sabemos que en realidad ganamos. Ése es nuestro gran y único secreto.

29/11/07

Operari Sequitur Esse.


Una tribu insular, perdida en el tiempo y en el espacio, reducida en cuanto a cantidad y calidad de sus integrantes, solía tener la creencia en un Ser Supremo, el cual sostenía el equilibrio universal. Todo se mantenía estable, en tanto el Ser Supremo así lo quisiese. Para que el Ser lo quisiese debían hacerle sacrificios.
Lo particular de esta tribu era quiénes eran inmolados. No eran los integrantes de las familias más débiles, ni los esclavos de guerra, ni los extranjeros, ni las mujeres, ni los débiles, ni los ancianos. No. Los ofrendados eran los más jóvenes, fuertes y vigorosos; los más sabios, trabajadores, perspicaces, leales e indispensables; los más poderosos, importantes y carismáticos. El ser objeto de sacrificio era visto como un regalo de la comunidad y un premio peleado por sus postulantes.
Tal vez la exaltación del sacrificio fue una creación de la misma comunidad, pero la deidad o Ser Supremo a la cual le sacrificaban a los más destacados de la comunidad, existía y vivía dentro del volcán de la isla. El volcán eruptaba cuando la deidad-monstruo tenía hambre. Era inmensamente grande y su placer máximo era devorar el sacrificio mensual que hacían los habitantes de su isla. Gozaba comiendo hombres, y por otra parte, los hombres disfrutaban siendo comidos.
La misma relación se daba en todas las islas cercanas (todas las islas a la redonda contaban con un volcán y un monstruo-dios que se alimentaba de los felices sacrificados).
Por generalización hubiera dicho que en todas las islas se daba la relación, sin embargo en una no se daba. Las condiciones eran las mismas: Una isla, un volcán, una comunidad tribal, un dios-monstruo y la tendencia voluntaria de la comunidad ante el sacrificio. Lo único que variaba respecto de las demás islas era el desagrado del Ser Supremo de comerse los sacrificios que le eran ofrecidos. Es más, no se los comía sino que se los regalaba a los monstruos de las otras islas.
Se daban todas las condiciones, pero no ocurría lo mismo. El monstruo de esta isla tenía la particularidad que desde antes había sido acostumbrado a comer sólo las plantas y árboles de la isla, ante la no existencia aún de los humanos. Fue la isla en la cual el poblamiento humano fue más tardío, por lo cual el monstruo, para sobrevivir, tuvo que recurrir a la alimentación herbívora, en contraposición a los demás monstruos carnívoros.
A pesar de que no le agradaba comerse a los humanos, no lo hacía porque no le satisficiera su sabor o su textura (de hecho nunca había probado uno), sino que no los comía por una incomprensible especie de lealtad ante las hierbas, que era superior a su curiosidad por los humanos. Siempre quiso comer humanos, pero se lo impedía esa restricción incomprensible que emanaba de la vegetación.
Lo malo ocurrió un día en que el monstruo herbívoro se vio desnutrido y en serios problemas de muerte, todo con una clara culpabilidad de la vida alimenticia que llevaba. Por esto un día se atrevió y probó el sacrificio mensual de humanos. Le encantó y le hizo bien. Se recuperó y evitó el engaño hacia su veneradora comunidad. Todo se le hizo más fácil al monstruo-deidad. Se volvió más ágil y adquirió una rapidez mental que antes no poseía siendo herbívoro. En fin, optó por lo sano, lo que los demás Seres Supremos como él hacían, y lo que de hecho él debió siempre haber hecho: Comer humanos, como todos los demás.
Su gusto por las hierbas era totalmente incomprensible, lo lógico era comer humanos, lo hizo y fue la mejor opción.

21/11/07

Calor en Sánscrito.


Iba caminando al sol, sin mirar al suelo, y su día fue completamente normal.
Iba caminando al sol, mirando al suelo, vio un papel, no le dio importancia alguna, y su día fue completamente normal.
Iba caminándola sol, mirando al suelo, vio el papel, le llamó la atención y lo recogió, lo observó, vio unas letras raras, lo volvió a dejar en el suelo, y su día fue completamente normal.
Iba caminando al sol, mirando al suelo, vio el papel, le llamó la atención, lo recogió, lo observó, vio unas letras raras, letras que le parecieron similares a un montón de ropa tendida y, a diferencia de los tres casi-protagonistas anteriores, guardó el papel en su bolsillo. Se llamaba Claonís. Le preguntó a su profesor en qué idioma estaba escrito el roñoso papelito. Sánscrito ¿Cómo podría saber qué dice un papel escrito en sánscrito? No se preocupó de eso y lo usó como marcador de libros.
Una tarde de calor imposible, de fuegos extremos. Las calles estaban vacías: La gente se había derretido en plena vía pública. Podían encontrarse los huesos encarbonecidos de las víctimas. El hedor a carne quemada era insoportable. Las vísceras, que solían ser de personas, eran peleadas por los canes famélicos que arriesgaban su vida al sol por salvarla del hambre.
Los árboles en llamas. Las piletas evaporadas. Monumentos históricos de acero, estaban al rojo vivo y eran moldeables a voluntad de cualquiera. Incluso, algunos niños, que no podían refugiarse en su casa, porque no tenían, jugaban a moldear con una varilla a los próceres de la patria. Los militares ilustres que empuñaban su espada al horizonte eran las principales víctimas, pues los niños cortaban sin problemas la espada y se la incrustaban al militar en la entrepierna, para darles un miembro más viril y así demostrar a la historia la gallardía que nunca sabremos si tuvieron o no. Las calles estaban dilatadas. Los cables telefónicos tocaban el suelo con su languidez.
El ambiente estaba tan denso al interior de las casas, que las personas no podían ni discutir ni evitar hablarse. Los enamorados no podían amarse. Los alegres no podían deprimirse y los deprimidos no podían alegrarse. Los sedientos no podían saciar su sed, ya que no había agua… bueno casi no había, porque de haber había, pero era para las personas de la parte alta de la ciudad y no para la gente de las clases bajas.
Los termómetros no tenían dentro de sus cálculos el calor existente. El Estado ordenó que las personas no salieran de sus casas, lo que era favorable en demasía, pues el calor pasó a ser la excusa para evitar las manifestaciones de ese día en la Capital.
Hacía tanto calor que era imposible leer algo, en primer término porque la tinta del libro se disolvía con el sudor que salía como cascada de las manos, y en segundo término porque las ideas se deshacían en el trayecto ojos-cerebro. Más conflictivo era aún leer a Hegel. Claonís tenía que leer a Hegel, mas en su casa no podía. Tenía que ir a la biblioteca, por lo menos allí había aire acondicionado. Estaba a la mitad del dilema: O leer o morir ¿Valía la pena arriesgar su vida por leer algo? Sí, lo valía, no sabía por qué, pero lo valía. Tomó un balde con agua, lo apoyó en su cabeza y se fue corriendo a la biblioteca más cercana, que se encontraba a unas setenta casas. Las primeras dos casa corrió, luego sólo pudo caminar las siguientes tres casas, para luego tener que gatear las siguientes sesenta y cinco casas. Se demoró seis horas y cuarto en llegar a la biblioteca, casi muerto por deshidratación, con el balde derretido y con su cuerpo lleno de ampollas debidas al roce con el pavimento infernal. No pudo darle de su agua a un vagabundo que se la pedía a la entrada de la biblioteca, porque si se la daba se moría. A sorpresa suya, la biblioteca estaba abierta. No había nadie, sólo estaba abierta. Se dirigió a la pequeña habitación acondicionada, y era como el paraíso congelado. La habitación acondicionada era un infierno, de hecho el aire acondicionado estaba apagado, pero la sugestión que produce ver ese aparato blanco en el techo bastaba para convertir aquello en el paraíso. Se fue a la única mesa y abrió su libro. Frente a él había alguien más, pero lo ignoró, ignoro que fue recíproco en efecto.
Mientras leía, pasó una imposible ráfaga de viento que logró volar su marcador de libros improvisado. El marcador llegó a la persona que leía al frente. Hacía tanto calor que no le importó nada lo que sucediera con su marcador en sánscrito. Era una chica la de enfrente.
De pronto la lectura de Claonís se vio interrumpida por un papel que le llegó en pleno libro. Era un papel con escritura en sánscrito, pero no era su marcador de libros, este papel tenía otros signos y era de menor extensión. Miró al frente suyo y la chica lo estaba mirando, al menos eso suponía según lo que podía visualizar con el denso ambiente en la sala. En la sala estaban sólo ellos dos… y más que en la sala, en la biblioteca e incluso setenta casas a la redonda no había alguien con vida (el vagabundo de la entrada ya había caído como víctima del calor). Ella buscaba una mirada de complicidad mientras sostenía el marcador de Claonís en su mojada mano derecha. Claonís tenía una mirada de duda impresionante, que sumada al calor lo hacían parecer un signo de interrogación tamaño real. Sus ojos hubiesen hecho conexión, pero el calor lo impidió.
Tras conversar unas horas, lograron saber algo más de sus vidas: Ella sabía sánscrito y se llamaba Arnouveau. Había leído lo que decía el marcador y por eso envió una respuesta, pensando que Claonís era el autor de tal propuesta.
Arnouveau no puedo explicarle lo que decía el papel a Claonís, porque el calor no permitía las conexiones neuronales necesarias para hacerlo, pero le dejó un mensaje en sánscrito que Claonís no pudo más que recibirlo sin poder decir nada gracias al ascendente calor: Ahora tenía dos mensajes que no entendía y no quería revelarle a Arnouveau que no sabía sánscrito.
Claonís, caminando bajo el sol quemante de regreso a su casa, logró hilar la duda de qué dirán los papeles en sánscrito que tiene. Sin embargo, todo se quedó en la simple duda que alguna vez tuvo mientras caminaba bajo el sol, pues su vida siguió el rumbo normal que debía seguir y no el camino de desvío que le habían preparado esos dos mensajes en sánscrito. No quiso leer lo que tenía ante sus ojos, y todo siguió igual.

20/11/07

Depende de la Intención con la que Leas.







Cada uno ve aquello, y sólo aquello, que quiere ver. Sin embargo, a veces vemos lo que no queremos muchas veces ver, y que de hecho allí está. Nadie usa la lente que no quiere usar.
Literatura. Cualquiera puede pasar sus ojos por encima de las letras de un texto. Pocos pueden leer un texto. Muchos pueden leer lo que escribo, pero pocos pueden llegar a interpretar de manera más correcta lo que leen, porque pocos saben porqué escribo y a qué escribo y de qué escribo, e incluso a quién escribo, en cada texto. La mayoría de las veces le escribo al sistemático viento… la mayoría de las veces, pero no todas.
Siempre me lo han dicho, y por eso siempre lo digo: “La poesía es el lenguaje de los cobardes”. La mayoría de las veces escribo poesía, a pesar de estar escribiendo en prosa ¿Se es cobarde por expresarse de manera más íntima? ¿Se es cobarde por temer a corresponder demasiado? Puede ser. Sin embargo, uno parece estar escribiendo como cobarde, pero no es así: Uno dirige sus mensajes. Selecciona elitistamente a su lector. Utiliza un lenguaje incomprensible para el mundo, inentendible para la gente, pero inteligible totalmente para el receptor deseado. Lo receptores ajenos pueden interpretar lo que quieran (como cual vieja copuchenta), porque ellos no tienen la menor incidencia dentro del universo emisor-receptor. Es un discurso privado, donde el universo de ambos es intocable.
Algunas ideas son incomprensible, y otras no tanto. Porque la rueda siempre giró, desde que empezó a girar, a pesar de creer que por un momento dejó de girar, siempre estuvo girando, lo que después quedó demostrado. De ruedas que tienen título, de títulos que obtienen comillas, de comillas que se hacen para el público. Qué bueno que las masas son inconscientes, que la gente es superficial. Lo que sí, hay que tener cuidado con las cosas, porque las personas son cosas. Al siguiente nivel. Lo que implica cambiar de estro… y eso es un buen indicio, para todos.
Bueno, cada cual lee lo que quiere leer. A veces lee menos, a veces lee más. A veces se actúa menos, otras veces se actúa más. Algunas veces damos más, otras veces menos, confiando o temiendo a recibir más o menos. Sin embargo, hay que estar dispuesto, siempre, a aprender.
De hecho, ser rudo o sexy no importa cuando logras descubrir cosas o pasas a convertirte en un pilar sostenedor fundamental del cielo constituido. La confianza hace girar la rueda, sobre todo cuando la confianza es tal que logra soportar ese estratosférico cielo. Cuando te conviertes en un pilar, todo es recíproco, pero hasta el momento va poco del nuevo nivel.
Al menos el doble sentido interno funciona sin que los demás se den cuenta, y eso da otro nivel de confianza que se puede aprovechar cuando no se está a la vista paciente de los demás.
Algunas ideas son incomprensibles, y otras no tanto. Cada cual lee lo que quiere leer. Lee lo que quieras leer, porque esa interpretación va a ser, aunque no lo creas la más correcta de todo el universo.

18/11/07

"Atomic".



Para partir la partida hay que partir, primero, la parte que parte desde la primera parte hasta la parte que parte las otras dos partes. Lo explico, pero parte a parte.
Si quieres vas, tomas un vaso y te sientas. Corres. Mientras corres, no paras de pensar, pensar por lo menos en que estás pensando que piensas, y piensas, y piensas, y piensas… cosas que al final ni pensaste que sucederían, ni que podrían suceder tomando en cuenta los antecedentes de dicha causa, porque cuando se procede, se hace con conocimiento de causa de lo contrario lo inpensado puede suceder.
Si logras pensar en que piensas algo que valga la pena, para de correr, detente. Cuando pares de correr, no te detengas, sino que camina. Caminando ya todo es más fácil, porque no necesitas pensar tanto como antes: Necesitas actuar. Actuando, o haciendo actos, puedes obtener más concretizaciones de sueños cósmicos o atómicos.
Un sueño cósmico es el que nos permite volar más allá de nuestros sueños, porque sabemos que nuestros sueños son chicos en comparación con lo que podemos llegar a soñar: Tenemos miedo a soñar cosas grandes.
Un sueño atómico es el que nos da la posibilidad de cumplimiento a corto plazo, sin embargo es un sueño de menor envergadura que el sueño cósmico. Relación tamaño/tiempo es la de los sueños.
Volviendo a que los sueños se realizan sólo haciendo cosas, no podemos dejar de lado la importancia de tener a mano una mano que, en el mano a mano, te preste una mano. Me explico. Los sueños pueden ser colectivos.
Hablar de los sueños, a veces me da sueño, aunque es un sueño no tener sueño, para así tener tiempo de tener sueños. Son, más que sueños, ideas. Ideas en cuanto ideales. Ideales en cuanto idealizaciones. Idealizaciones en cuanto imposibles en el aquí-ahora-en-estas-circunstancias. Nada es posible ahora. Porque ahora no estás haciendo nada, más que leer. Pensar quizás. Haces cosas, para lograr cosas y tener cosas. Cuando tienes las cosas adquieres más cosas para poder guardar las otras cosas que, entre cosa y cosa, cosas traen. Me explico. Lo imposible es lo que no se intentó.
Como idea, al final, es buena idea lo que piensas mientras corres, porque es tan imposible como cósmico y tan posible como atómico.

17/11/07

#11 The Pixies – Where is my mind?: Mente loca.


A estas alturas del partido sólo hago. Ya ni pienso, sólo hago. Soy un títere, un títere de mi entorno. Estoy en las ondas Alfa que me impiden realizar cuestionamientos antes las órdenes que me dan: Sólo cumplo. Cumplo bien, pero contra mi voluntad, voluntad que no puedo expresar, no porque no quiera, sino porque no puedo.
A veces me veo en un lugar. No sé cómo llegué allí, y poco me interesa saberlo. Vuelve a pasarme eso de la vida que no sé cómo explicar, pero que me pasa: Me hallo en una situación que si hubiera sido profetizada veinte minutos antes no la hubiese creído, ni aunque me mostraran fotos.

Where is my mind?

Es como que me armo, me desarmo, me rearmo y me vuelvo a desarmar. Me convierto en un cuadro cubista o en un cubo Rúbik de carne, que en vez de colores tiene sentimientos. Me desarmo.

With your feet in the air and your head on the groundTry this trick and spin it, yeah.

Me rearmo.

Your head will collapseBut there's nothing in it.

Y entre tanto mecanicismo técnico y teórico acerca del funcionamiento formulístico de los robots sociales que pretenden ganarse un puesto en la realidad mutantemente hedonista que circunda los pensamientos roídos de la juventud yacente en un cúmulo de ideas dormidas por el gas somnífero de la publicidad y la propaganda, intento desarmarme, para poder armarme correctamente, tomar mis herramientas, levantarme, caminar, correr, gritar, saltar, y preguntarme…

Where is my mind?

Soñar es un Sueño.


¿Para qué dormir? ¿Para soñar? Yo ya sueño estando despierto, no necesito cerrar mis ojitos para ver las cosas de un color que me agrade. Yo no duermo porque quiero, duermo porque hay cosas que traen somníferos, y ante ellos no puedo hacer mucho, porque al final soy sólo un hombre. 2001: Una Odisea en el Espacio, por ejemplo, es una película que viene con relajantes de músculo en sus escenas.
Pero no puedo ser egoísta. Hay personas que necesitan dormir para, no sólo soñar, sino además evadir la sórdida realidad que los ataca diariamente y que les impide soñar con los ojos abiertos, porque no tienen tiempo o porque no tienen plata.
A mí también, a veces, me invaden historias, escenas y personas sórdidas o con circunstancias sórdidas, pero todo esto no tiene un grado de sordidez tal como para impedirme moldear realidades a mi gusto, esculpiendo con el cincel de la imaginación.

16/11/07

Waiting...


“Mientras más te demoras en llegar a una cita, más larga se hace la lista de defectos de tu persona”. (Salvador Dalí).

¡Rayos! Bien, voy atrasado, nuevamente. Me dijo al mediodía en el Café Literario… y son las doce cinco. ¡Maldita sea! Me tuvo que esperar cinco minutos, y yo sé lo desagradable que es esperar a otra persona. Me va a odiar, lo sé, lo sé y me lo merezco ¿A quién le gusta esperar? Esperar a otro es, simplemente, la peor forma de perder el tiempo, porque en ese lapso no estás sólo esperando, sino que mientras estás solo haciendo nada, no te queda nada más que maldecir, insultar y matar mentalmente al inconsciente atrasado. Sacamos a relucir todo lo malo de ese malnacido (porque en ese momento deja de ser tu amigo, tu conocido, tu familiar… ¡Deja incluso de ser persona!). Y no sólo eso, cuando esperamos, la imagen que proyectamos es demasiado humillante: Sentados, mirando al horizonte, haciendo nada y pensando en todo. Uno piensa realmente las estupideces más estúpidas cuando está esperando. Sin embargo, pensamos sólo en nosotros mismos, en nuestra pobre persona que ha sido humillada en un lugar público. Pero ese pobre ser, egoísta, en que se convierte el que espera, no piensa de ninguna forma en la gente como yo, la persona que va atrasada. Y nadie va a atrasado porque quiere, siempre hay excusas, lo malo es que las excusas son inútiles en estos casos, y más aun tienden a agravar el problema. Porque esto de ir atrasado, a la larga se convierte en un problema a solucionar.
¡Uff! Llegué siete minutos tarde, ojalá que no esté esperando hace rato. La busco, no la encuentro. Que bueno, debe haberse atrasado también. La espero… Voy a verla si está adentro… quizás está en el baño… ¡Ah! Debe haber entendido a las doce y cuarto. La espero. ¿No creerá que es en la biblioteca de Santiago? No, le dije muy claro “en el Café”. Son las doce y cuarto, la espero. Igual, siempre se atrasa, quizás le pasó algo. Las doce dieciséis. ¿¡Por qué siempre se atrasa!? Eso es lo malo que tiene a veces. No importa, un amigo siempre espera a otro hasta que llegue. Doce dieciséis aún. Creía que era yo el atrasado y me apuré ¿Para qué?... Bueno, ya va a llegar: La espero. Doce veinte y no llega… Espera ¡Ahí viene!... Ah no, no era, pero se parecía mucho. ¡Por qué no llega! Es desagradable, sólo a ella le gusta que la esperen, pero llego tarde y no me habla en varios días. Doce y media ¿Se habrá equivocado de lugar? ¡Maldita sea! Me voy a tomar un Mokaccino mejor.

Voy en el cuarto Mokaccino, en el sexto cigarro y son las dos cuarenta de la tarde: Creo que ya he esperado mucho. He esperado casi tres horas a alguien que creí mi mejor amigo, pero que me doy cuenta que no es más que una mala persona, una cruel, inconsciente y vil despiadada persona… ¿Persona digo? ¡Es un monstruo! Me hizo esperar tres horas, después de lo bueno que fui… ¿¡Qué le costaba llamarme que no vendría!? Lo peor de esperar, es que de hecho tenemos la esperanza de que la persona llegará. Si nos avisa que no vendrá ¡Bien! Nos hacemos los ánimos para eso. Pero cuando el hombre se enfrenta a lo incierto cosas inesperadas ocurren en nuestra interioridad. ¿En qué momento pensé que esta tipa podía ser mi amiga? Me humilló, me abandonó, me plantó.

Esperar es como tener esperanza de algo. Nos ilusionamos y nos preparamos para una respuesta incierta. Con la esperanza no tenemos nada seguro, nada, excepto la certeza de que la respuesta no la tendremos pronto. La esperanza nos hace aplazar nuestra felicidad para después. La esperanza nos quita la libertad de elegir otra opción mientras no sepamos el resultado de la primera. La esperanza nos hace sufrir con agrado torturas, ya que suponemos son para un bien superior. La esperanza es sufrimiento, esperar es tener esperanza.

12/11/07

La vi Desnuda y me Enamoré.


Nunca la había visto desnuda. La vi pálida y desnuda. Desnuda se mostraba ante mí, y la amé por un instante. Siempre la veía con su vestidito blanco con puntitos negros, o con su maquillaje grisáceo. Esta tarde fue distinto: Estaba desnuda, una que otra parte de su cabeza estaba cubierta de nieve, pero estaba desnuda al fin. Me guiñaba libidinosamente, mas la micro ya doblaba para darle la espalda (debo reconocer que me giré hasta que me fue imposible seguir contemplándola). Nunca la había visto así, desnuda, bella, sin maquillaje. Años mirándola al amanecer, mirándola a los ojos, despertándome con ella, siempre con su típico vestidito. Me gustaba mucho así, pero desnuda fue una experiencia cataclísmica para mis sentidos. ¡Cuántas veces la habré tenido así, desnuda, desnuda sólo para mí! Primera vez que la veo, o más bien que me doy cuenta de que está desnuda. No sé qué habrá sido: La carga emocional del día o la descarga mental del año. Fuera cualquier cosa, la vi desnuda, y me gustó demasiado ¿Ya dije que la amé por un momento? Me enamoré de ella, la siempre gélida, frívola y esquiva. La soberbia e imponente paliducha me flechó como nunca lo hizo nada ni nadie. Nunca pensé que de ella podía enamorarme, era tan cotidiana que ya era como de mi familia. Me enamoré. No creo que me distinga entre tantos enamorados que tiene, pero el saber que está soltera me da la maldita esperanza. Quizás le invite un café. Hasta entonces seguiré amándola tras las sombras, o tras las multitudes. Me enamoré porque la vi desnuda. Me enamoré porque la vi sin nieve, porque la vi sin smog.

10/11/07

Da Life!


Es lo que más me gusta de la vida. Lo encuentro tan ingenioso de parte del que controla mi destino, si es que… Es un efecto residual, y que aun sabiendo que existe y reconociendo que pasará de nuevo (todos los días), logra sorprenderme, emocionarme, animarme, despertarme, asombrarme, extasiarme, llevarme al paroxismo, hacerme sentir el guardián de un secreto íntimo y privado lleno de exquisitos detalles subjetivos, enamorarme, despabilarme, desesperarme, confundirme, aclararme, aturdirme, anonadarme, obnubilarme, apasionarme, deleitarme, exaltarme, callarme y sublimarme, pero sobre todo enamorarme. Me enamoro de ese efecto.

El efecto. Te muestran dos fotos y te piden que expliques lógica, coherente y verosímilmente cómo se llegó de la primera escena a la segunda. Causa efecto. Si te mostrarán una foto en la que apareces tú besándole la mano al Papa, y te dicen que esa foto fue tomada mañana, ¿Cómo podrías explicar que desde tu “aquí-ahora” llegarás a, en unas horas más, estar en el Vaticano? Algo así es el efecto que me ocurre.

Si me hubieran dicho hace veinte minutos que estaría aquí-ahora, no lo habría creído.

El efecto me hace, pocas veces, extrañar la odiada rutina.

Es como leer un libro con final inesperado… y eso es siempre agradecido.

7/11/07

#10 Soda Stereo - Me Verás Volver: ¿Por Qué la Noche es Azul?


No hay un modo, ni hay un punto exacto para hacerlo. No lo eliges, te elige. Cuando te elige no lo manejas, te maneja. Mientras te maneja no puedes sacártelo de encima, o de los labios. Te atrapa entre sus redes, que nunca quisiste en tu inconsciente. Te ves llegando tarde, tarde a todo, y es ese el instante en que te das cuenta que el vacío es un lugar normal.
La noche es azul, de ese fluorescente azul que baña todos mis sentidos. Es de primavera. Levanto la vista y todo lo azul se vuelve blanco con azul, o celeste. Lo malo del celeste es que cuesta mucho, pero ya conoces mi perversión en una noche larga, y esta noche es larga. Miro arriba mío y me imagino un cuadro de Hopper, de esos que se parecen a los cuentos de Cortázar y que hablan de la soledad de las personas, pero no de esa soledad física que puedes ver con un simple zoom anatómico. No, no me refiero a esa soledad, sino que a la soledad que se ve sólo viendo más allá de tus ojos, esa soledad que, según me han dicho, se esconde tras tus ojos.
Si algo cedes, calmaré tu histeria. Te doy todo, pero siempre guardo algo. Sé que poco te conoces, y más sé que de mí nada sabes, pero yo sigo aguardando el temblor en mi cuerpo. Vuelve la noche azul, la noche del templo, esa noche larga. Tómalo como que el temblor ya pasó después de ese período de nada, de nada personal.
Me siento algo así como un espía, como un espectador. Sé que es difícil de creer, pero sólo así yo te veré. Te quiero fuera de foco, ya que estamos, por si no te percataste, al borde de la cornisa y no sé hasta dónde llegaré en esta noche larga, llena de perversión amorfa. La imaginación, esta noche todo lo puede.
Vuelve la noche azul, esta noche que todo lo puede, en que todo se puede y en que todo podemos. Una eternidad esperé este instante y no lo dejaré deslizar en recuerdos viejos. No seas tan cruel, no busques más pretextos, somos cómplices los dos. Necesitamos distensión, porque estar así despiertos es un delirio que pocos aguantan tras una noche azul, media celeste. Lo malo del celeste es que cuesta, mucho. No seas tan cruel, siempre seremos prófugos.
La noche azul se empieza a tornar celeste y blanca. No tenemos donde ir y el sol ya cae, cae el sol. Carreteras sin sentido y religiones sin motivo. Cae el sol y yo sigo esperando que toda esta noche azul termine en algo, al menos que termine en tu persona dando la cara. Nunca sabré quién eres. Cae el sol, yo sigo esperando. Termina la noche azul y sale el sol. Sale el sol, y no te puedo encontrar. Termina la noche azul: Nunca supe quién eras, aunque te prefiero irreversible. Lo malo es que me recuerdas aquel amor. Es una necesidad, más que un deseo. Pero se nota que te excita, no sientes miedo, sigues sonriendo. ¡Gracias, Totales!

6/11/07

Juventud, Cultura y Poder.


De por qué los poderosos no quieren acercar la cultura a la juventud.


No sé, todo se me fue a negro.

Está despertando, como todas las mañanas, con su ringtone de Pure Morning de Placebo (banda que legó de su último novio). Aún no ha abierto los ojos, pero ya se siente incómoda: Le duele la boca del estómago, algo de costumbre para ser sábado en la mañana, porque al ser sábado en la mañana hay un indicio de que anoche fue viernes por la noche, lo que implica muchas cosas. ¡Toc-Toc! Siente que golpean a la puerta, aún no abre los ojos y no pretende abrirlos, en parte por vergüenza a que le sientan el olor a… olor a… olor a viernes por la noche (eso engloba los olores con los que se carga un sábado por la mañana). ¡Toc-Toc!... Click. Giran la perillla, abren la puerta, no abre sus ojos, siente que la observan, no abre sus ojos… salen de la habitación, cierran la puerta, ya nadie la observa, sabe que está sola en ese cuarto caluroso y poco ventilado. Lame su paladar: Sabe feo, pero un feo ya conocido. Abre los ojos, está mirando el techo. Es un techo con espejos. El techo de su pieza es blanco. Mira a las murallas que la rodean: Frente a ella, una serie de repeticiones del rostro de Mick Jagger sonriendo y en distintos contrastes de color (Pop Art) y sobre esas imágenes un escrito que dice “I Can´t Get No Satisfaction”. Mira hacia las demás murallas y encuentra con su vista dos estantes, uno a su izquierda y el otro a su derecha, todo dentro de una habitación no más grande que el baño de una disco. El estante de su derecha está repleto de libros. El estante de su izquierda está más repleto que el anterior, pero de discos de vinilo. Se mira al techo y se ve envuelta por una sábana blanca que se fusiona con su lívida piel, haciéndola parecer una virgen, imagen que se auto-borra de inmediato de la mente. Se vuelve a mirar en los espejos del techo, y se gusta, se encuentra tal como siempre quiso que los chicos la imaginaran: Con su cabello negro desordenado, sin anteojos, pálida como nunca y con los labios muy rojos. Se gustó mucho. Está tratando de recordar la noche, pero no pudo. De hecho no recuerda si pasó algo de lo que pretendía esa noche. Al parecer, no pasó nada, porque se sentía como si no hubiera tenido sexo la noche anterior. Está excitada, un poco. Está desnuda, en una cama que no es la suya, y peor aún, no sabe de quién es. Mira a su derecha, al estante de libros, y se fija en una vela larga. Se levanta y va por la vela. Se vuelve a acostar. Está empezando a masturbarse.

¡Bang! Sonó el disparo. El baño solía ser blanco, más bien solía no estar bañado en sangre. Después volverá al baño. Se dirige a su sala de música. Enchufa el tocadiscos. Busca su favorito: El ininterrumpido de Woodstock. No lo encuentra: Está en su pieza. Se dirige a su habitación, acariciando su bigote.

Está masturbándose en una pieza extraña, con una vela que no es suya, un poco ebria aún y con un calor de los mil demonios… ¡pero rayos qué placer se siente! Está comenzando a gemir, pues su excitación ya no es tan exigua como al comienzo. Está pensando en él. ¡Click! Abren la puerta de golpe. Tiene los ojos cerrados y no pretende abrirlos, esta vez por pudor: Nunca se había mostrado desnuda mientras se frotaba sus partes frente a un desconocido. Es un hombre pálido, de nariz puntiaguda, facciones finas, esbelto, delgado, vestido de negro, con guantes de cuero negro, una Remington gris de 9 mm. en la mano izquierda y con un caminar muy particular y acelerado a través de (al parecer) su pieza. Fue directamente al estante de los discos, sacó uno del montón y se fue rápidamente de la pieza dando un portazo que silenció toda la excitación existente en esa habitación. Click. El hombre vuelve a entrar a la pieza. No te preocupes, no vi nada dijo y se fue. Con la vela en la mano (ya no en su entrepierna), ella está sintiendo pudor. Deja la vela y empieza a buscar su ropa. Se baja de la cama. Ya no está excitada. Ve bajo la cama y hay un tocadiscos y su ropa. Se pone la polera blanca estampada con tres stencils secuenciales de la Virgen María. Se pone sus pantalones negros. Quiere fumar. Busca su bolso, pero no está. Quiere fumar. Pensó en volver a masturbarse, ya que no había terminado antes, pero no se atrevió. Se sentó en la cama y es allí, y sólo allí cuando por primera vez se hace una pregunta rayana a lo filosófico ¿Dónde estoy? Nunca le había importado eso, hasta ahora. Empezó a preguntarse por quién podía ser el tipo que entró, se percató que además entró con un arma, por lo que podía ser peligroso ¿Por qué me trajo a su casa? Justo en este momento comienza a sonar muy fuerte una música que le recuerda a los hippies. Le molesta esa música. Se dirige al estante de los discos. Busca algo de Joy Division, Placebo, Morrisey, The Smiths, Garbage, Radiohead, Björk, Pulp, Blur o algo por el estilo. Pero nada. Había otro tipo de música. Títulos que le parecían fomes, con palabras como “Obertura”, “Menor bemol”, “Número”, “Orquesta”… en fin, todo indicaba que esos casi mil vinilos estaban conformados sólo por música clásica. Por último puso algo que conocía, para evitar la bulla de afuera y pasar el rato antes de salir de la habitación esperando que el hombre volviera a entrar. Toma el que dice Beethoven. Ahora se dirige al estante de los libros.


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Ya han pasado casi once meses. La chica recibe cada mañana una porción de alimento necesaria para todo el día y una tinaja llena de agua para su aseo personal. Ha resistido once meses. La puerta no se ha abierto más que para entrar las cosas en la mañana.


La chica ha leído más de cuatrocientos libros de casi todos los temas y ha escuchado desde la Tocata y Fuga de Bach, pasando por el Adagio de Albinoni, El Mesías de Händel, Las Cuatro estaciones de Vivaldi, todas las Sinfonías y Sonatas de Beethoven, Los Himnos de Haydn, todo lo imaginable de Mozart, y desde ahí pasando por Bizet, Schubert, Chopin, Dvorak, Liszt, Mendelssohn, Puccini, Korsakov, Rossini, Strauss (padre e hijo), Tchaikovsky, Verdi, Wagner, Orff, Debussy, de Falla y Ravel hasta Stravinski. Todo esto como producto del ocio.

El hombre pensó que ya era hora. Tomó su Remington, la cargó, se puso los guantes y se dirigió a la habitación de la chica. Antes se preocupó de poner en su tocadiscos el The Queen is Dead de The Smiths, para hacerle recordar a la chica su vida de hace once meses, esa vida feliz y tranquila.

Click, la puerta se estaba abriendo. La chica le clava una vela larga en la cuenca ocular derecha al individuo que está entrando. Se la enterró lo suficiente como para que el individuo soltara su arma. La chica cogió el arma, le apuntó a la cabeza al desconocido y con The Smiths de fondo le encajó un disparo en el ojo izquierdo. La chica toma el cuerpo inerme del tipo de negro y se dirige al primer piso. Ve una habitación abierta, muy brillante y blanca, donde se dirige con el cuerpo. Parece ser un baño, lleno de sangre por todos lados y un cadáver esquelético que debe estar hace meses en ese lugar. Deja el cadáver del tipo sobre el otro muerto.

Al fin la chica es libre, pero no pretende irse de esa casa. Ahora ella es la reina de ese templo. Se dirigió al tocadiscos, sacó a The Smiths y puso a Beethoven.