25/4/07

Día de la No-Lectura.




Cada mañana veo al Cheloveco del espejo y le pregunto: "¿Qué hay para hoy?" y de muy buena forma me responde a la constante consulta que le hago y le haré. Esta mañana, al hacerle la pregunta, sólo llevaba 16 horas de sueño en un total de cuatro días (cuatro horas diarias), por lo que el cansancio y la pereza me hicieron olvidar la pregunta ritualesca. Sin embargo, las 4.815.162.342 gotas de ducha me hicieron recordar la interrogante... Busqué en mi memoria, y nada. Rebusqué, requetebusqué... y no encontré nada, aparte de la obvia prueba de física que quitó bastantes horas de sueño. ¡Cómo no voy a tener nada que hacer! Frente a esa vorágine de ideas para utilizar mi "tiempo de ocio" decidí ocuparlo en leer el complicado, denso, aburrido, necesario, intelectual, mítico, inocuo, obicuo, recurrente, aporreado, maltratado, lanzado, destruido y pegado, abandonado, escondido, jactado, demostrado y elemental Gatopardo de de Lampedusa. Así, terminada la prueba, tomé mis necesarios anteojos (que forman parte de un experimento retórico) y me largué al patio del JVL a leer... El punto es que no pude leer por las siguientes razones:




1) Era el único individuo que tenía el gusto por el libro aquel día posterior al día del libro.


2) Las bancas estaban estepáricamente frías, por lo que no me pude "sentar a leer".


3) Muchos conocidos (y amigos) en el patio, que no respetaban mi derecho constitucional a la tranquila lectura.


4) Los cortos espacios temporales entre una aburrida clase y otra, dejándome un tiempo absurdo para la lectura.


5) El calor vespertino, que se amplificaba con mi chaleco y mi bufanda.


6) El injusto sueño con el cual tenía que cargar.


7) La avalancha de pensamientos que no me dejaban tranquilo.



Y para no seguir enumerando, concluyo que toda la naturaleza fromó un pacto solapado para que jamás pueda comprender el Gatopardo... De todas formas no me rendiré, y cada vez que me vean andaré con un libraco azul, unos lentes patrañosos y una mochila de Franz Ferdinand que no pararán de caminar hasta haber comprendido el porqué del desordenado orden acostumbrado.

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