6/1/07

"Yo soy el Pueblo".



De repente, de estar filosofando en mi cómodo sillón estilo Luis XVI, me encontré divagando en las calles aledañas al Cimetière des Innocents pensando en aquella cuestión, en aquella pregunta que me clavó en la mente mi instructor de oratoria… ¿Por qué creo en la democracia? ¡Cómo se puede no creer en ella! Es la forma de organización lógica para los hombres, ya que el hombre es gregario por naturaleza ¡Somos inherentemente sociales! Pero claro, alguien tan conservador y aristocrático como mi Maestre no puede concebir una de esas ideas “de los chiquillos de ahora” que no sabemos nada más que defender al Tercer Estado. He discutido muchas veces con él, ya que no me gusta que haga esa distinción tan denigrante, como lo es la dividir al estado en tres… No es que la democracia sea el régimen menos malo, como dijo uno de esos antiguos pensadores ¡Sino que es el mejor de todos! Qué mejor que el “gobierno del Pueblo”, ya que el gobierno es para el Pueblo… –En ese instante nuestro zagal monoparlante fue interrumpido por la refutación con la que su Maestre le oscureció la bella tarde parisiense- Y que se cree al cuestionarme con la aclaración de un concepto tan básico… << ¿Qué es el Pueblo? >> Jajaja… cómo que qué es el Pueblo, que va ser el Pueblo sino todas las personas que conforman un estado… O más bien son las personas que habitan el territorio de una nación… Aunque también pueden ser los ciudadanos, aquellos que tienen derechos políticos… Pero en ese caso los pobres no serían parte del Pueblo, siendo que este concepto es empleado denigratoriamente por muchos. Entonces el Pueblo sería la sociedad favorecida con la democracia… ¡Sí, es eso!... Sin embargo la democracia no favorece a todos los sectores de la sociedad. Muchas veces las leyes son hechas por la aristocracia para la misma aristocracia, y en ese caso la democracia no favorece a los grupos bajos… ¿Será la democracia entonces aquel régimen que favorece a sólo un sector favorecido de la sociedad? ¡No, no puede ser! Porque la democracia favorece a todos y no a algunos… Pero en ese caso la democracia no se daría jamás, puesto que siempre va a triunfar una idea que no es del agrado de todos, y a aquellos a los que no le agrada no formarían parte del pueblo, ya que no son sus ideas las que están en el gobierno… Entonces la democracia sólo se concibe cuando todo, absolutamente todo el Pueblo está de acuerdo con el gobierno, de lo contrario sería sólo un gobierno de la mayoría y no del Pueblo… ¡Sería una Censocracia!... Siendo así ¿Cómo se logra un común acuerdo de ideas políticas?... Simple: ¡Excluyendo a las minorías! –No se dio cuenta, pero esbozó una sardónica sonrisa provocada por la descabellada solución que se le había ocurrido. Sin embargo, jamás se dio cuenta que fue esa sonrisa la que gatilló el encuentro más inesperado de su vida-.


Una bella mujer con aires aristocráticos, brazos largos y blancos que salían de aquel vestido de seda blanco y que terminaban en un par de guantes de cuero también blanco. Tenía el rostro más bello que hasta entonces nuestro joven Claonís había visto. En esa hermosa carita existía una fusión entre la altanería y aquella mirada de desdén de una señora de la clase alta, con la simpatía, juventud y energía de una muchachita del pueblo. Ésta mujer, con aires de joven, se dirigía, no rápido, pero si con paso continuo hacia Claonís, hasta que lo frenó al interponerse en su camino y sacarlo así de sus pensamientos, que la mujercita muy bien conocía.


Sorprendido, interrogante y agradado, Claonís le dirigió la mirada y la palabra a la enigmática, bella y distinguida mujer de blanco, que se escondía del sol bajo su sombrilla también blanca. “Quién es ésta hermosura” se dijo internamente Claonís, más lo fantástico está en que la mujer le respondió: << ¿Qué quién soy yo?... Pues yo… Yo soy la respuesta a tu interrogante… Yo soy el Pueblo>>.

Claonís quedó estupefacto como si hubiese visto una Gorgona a los ojos. Aún no le tomaba el peso a lo que la radiante mujer le dijo, pero cuando lo hizo quedó más sorprendido que antes.

- Sí, Yo soy el Pueblo.


- Pero… Cómo sa… Cómo sabes lo que… ¿Quién eres?


- Yo soy el Pueblo


- Y ¿Cómo sabes que estaba pensando en eso?


- Que cómo lo sé… Eso da igual. Incluso tu pregunta no tiene mucha importancia. Lo que sí debes saber de mí es que yo soy el actor olvidado de la Historia, yo soy aquel personaje que no actúa individualmente, pero que cumple un importante rol en el desarrollo de todo… yo quiero que sepas que mi sangre es la tinta de la Historia.

Y la mujer se marchó, tras regalarle una diáfana sonrisa a Claonís. Se alejaba como si flotara, hasta que desapareció, o quizá se difundió entre la multitud. Esa mujer, dejó perplejo a Claonís y repitiendo aquella espléndida frase que lo hizo reflexionar por siete años: <<… Mi sangre es la tinta de la Historia >>. “La sangre del Pueblo es la tinta de la Historia”… Y así, con lo mismo que le dijo aquella mujer, fue como refutó a su Maestre. Pero nunca, Claonís le pudo tomar el verdadero sentido a esa frase, ya que le fue entregada en un contexto histórico muy lejano como para poder entenderla… Recién comenzaba la Revolución Industrial y Francia era bastante cómoda.

2 comentarios:

carolina dijo...

He leido tu blog, y me ha parecido muy interesante en todos los aspectos,los relatos tienen un muy buen contenido y bastante cultura, espero que sigas asi con tu blog.

lunita, carolina...

Lug Pizarnik dijo...

Un buen texto pero débil.

La premisa "Democracia forma de organización del pueblo" es una falacia porque la democracia no es una forma de organización, sino un estilo de gestión.

Formas de organización lo son la república, la anarquía, el imperio, etc. Pero NO la democracia.

¿Miembro del Cuerpo de Debate del Liceo Lastarria?

Un saludo desde el lado oscuro.