
Desordenar es algo natural en todos, algo inherente que no podemos dejar de hacer. Lo que sí, lo podemos reparar: Podemos ordenar. Muchas veces no es un trabajo agradable en acto, pero sí lo es en potencia, ya que vamos a tener las cosas mucho más a mano para cuando de ellas requiramos algo. Sin embargo, del orden nace a su vez el desorden, pero también el orden nace del mismo desorden. Sólo cuando algo está desordenado puede ser ordenado y viceversa.
¿Por qué nos molesta ordenar, y no nos molesta desordenar? Por un simple efecto de esfuerzo. Se da lo mismo que subir una colina con una patineta: Subimos la colina con la patineta bajo nuestro brazo, cargándola, sin disfrutar de esto. Sin embargo subimos con la patineta esperando lograr un objetivo, que es el placer de bajar rápidamente la colina en nuestra patineta. Subir la colina es pagar un precio para recibir el placer posterior de bajar la colina a gran velocidad y experimentar todas las sensaciones que eso conlleva.
Con el orden y su opuesto, el desorden, se da un efecto similar, por lo que podemos reconocer que para el hombre el desorden provoca de alguna forma una especie de placer, pues estamos dispuestos a pagar el precio de ordenar con el tal de poder desordenar después.
El desorden, así, debe ser una expresión instintiva de la parte animal del hombre. Es una especie de tubo de escape para satisfacer las necesidades de destruir, de hacer violencia en último término. Muchos han reconocido en la violencia una de las necesidades primordiales del hombre, que a lo largo de la historia humana ha intentado satisfacer.
Desde los tiempos primitivos, la violencia se incorporó al hombre como una costumbre biológica. Hablando de los tiempos de Roma, podemos evidenciar una ilustración muy relevante en su desarrollo: El Coliseo Romano. Cuya función era poder presenciar sangrientas batallas entre hombres, y a veces entre bestias y hombres. Lo anterior, con la finalidad de dar un escape, que no afecte directamente a quienes la necesitan, a la necesidad biológica de la violencia.
La guerra en sí, también ha cumplido esa función de hacer violencia. Sin embargo con la “civilización” de la humanidad, las técnicas “bárbaras” para dar una salida a nuestras ansias de violencia, se han debido suavizar, siendo trasladadas a los deportes. Sí, son eventos mucho menos encarnizados que los de nuestros antepasados, pero es una buena muestra de cómo la necesidad de violentar (o presenciar la violencia en otros) ha acompañado al hombre en su historia, viéndose inclusive modificada por las circunstancias.
La literatura y el cine, aunque en menor mediad, cumplen también la función de llevar al hombre a un mundo en el cual puede dar por satisfechas sus necesidades de asesinar, descuartizar, golpear, violar, masacrar o torturar a otro, mediante los personajes.
La violencia necesaria, por tanto, en el mundo actual tiene formas de ser satisfecha, pero ¿Serán estas vías de escape la oferta necesaria para suplir en su totalidad la demanda de violencia presente en los hombres?
El maltrato, los asesinatos y la delincuencia son claros síntomas de la violencia social presente en las ciudades. También encontramos tintes de violencia en las expresiones artísticas y culturales como la música, el teatro, la pintura, la poesía e incluso cuestionadas obras de arte como los grafitos y stencils. Las modas de las tribus urbanas quieren expresar, violentamente, la repugnancia que sienten por el sistema que no les permite encajar. Violencia, violencia y violencia ¿Más que una necesidad biológica, se está convirtiendo en un modo de vida?, ¿En una herramienta de lucha frente a lo que no nos gusta?, o simplemente ¿Está pasando a convertirse en una nueva forma de comunicarnos y expresarnos?
Termino recordándole a usted señor lector, que no se sintió identificado con la violencia descrita, que también cambia de estado las cosas que están ordenadas: Usted también desordena, y el desorden, acordamos, es una forma de violencia. Y que no le quede la idea de que pido que reivindique sus acciones violentas ingresando a una de esas sectas proto-religiosas que deshumanizan al ya inhumano hombre. No, pues la violencia está dentro de usted, usted no controla su violencia, sino que al revés.
La violencia es el Gran Hermano tras el sistema en el que estamos insertos, la violencia fue la única que pudo llevar a cabo la revolución personal y conquistar a cada uno de nosotros para actuemos a su antojo, como piezas de ajedrez.
¿Por qué nos molesta ordenar, y no nos molesta desordenar? Por un simple efecto de esfuerzo. Se da lo mismo que subir una colina con una patineta: Subimos la colina con la patineta bajo nuestro brazo, cargándola, sin disfrutar de esto. Sin embargo subimos con la patineta esperando lograr un objetivo, que es el placer de bajar rápidamente la colina en nuestra patineta. Subir la colina es pagar un precio para recibir el placer posterior de bajar la colina a gran velocidad y experimentar todas las sensaciones que eso conlleva.
Con el orden y su opuesto, el desorden, se da un efecto similar, por lo que podemos reconocer que para el hombre el desorden provoca de alguna forma una especie de placer, pues estamos dispuestos a pagar el precio de ordenar con el tal de poder desordenar después.
El desorden, así, debe ser una expresión instintiva de la parte animal del hombre. Es una especie de tubo de escape para satisfacer las necesidades de destruir, de hacer violencia en último término. Muchos han reconocido en la violencia una de las necesidades primordiales del hombre, que a lo largo de la historia humana ha intentado satisfacer.
Desde los tiempos primitivos, la violencia se incorporó al hombre como una costumbre biológica. Hablando de los tiempos de Roma, podemos evidenciar una ilustración muy relevante en su desarrollo: El Coliseo Romano. Cuya función era poder presenciar sangrientas batallas entre hombres, y a veces entre bestias y hombres. Lo anterior, con la finalidad de dar un escape, que no afecte directamente a quienes la necesitan, a la necesidad biológica de la violencia.
La guerra en sí, también ha cumplido esa función de hacer violencia. Sin embargo con la “civilización” de la humanidad, las técnicas “bárbaras” para dar una salida a nuestras ansias de violencia, se han debido suavizar, siendo trasladadas a los deportes. Sí, son eventos mucho menos encarnizados que los de nuestros antepasados, pero es una buena muestra de cómo la necesidad de violentar (o presenciar la violencia en otros) ha acompañado al hombre en su historia, viéndose inclusive modificada por las circunstancias.
La literatura y el cine, aunque en menor mediad, cumplen también la función de llevar al hombre a un mundo en el cual puede dar por satisfechas sus necesidades de asesinar, descuartizar, golpear, violar, masacrar o torturar a otro, mediante los personajes.
La violencia necesaria, por tanto, en el mundo actual tiene formas de ser satisfecha, pero ¿Serán estas vías de escape la oferta necesaria para suplir en su totalidad la demanda de violencia presente en los hombres?
El maltrato, los asesinatos y la delincuencia son claros síntomas de la violencia social presente en las ciudades. También encontramos tintes de violencia en las expresiones artísticas y culturales como la música, el teatro, la pintura, la poesía e incluso cuestionadas obras de arte como los grafitos y stencils. Las modas de las tribus urbanas quieren expresar, violentamente, la repugnancia que sienten por el sistema que no les permite encajar. Violencia, violencia y violencia ¿Más que una necesidad biológica, se está convirtiendo en un modo de vida?, ¿En una herramienta de lucha frente a lo que no nos gusta?, o simplemente ¿Está pasando a convertirse en una nueva forma de comunicarnos y expresarnos?
Termino recordándole a usted señor lector, que no se sintió identificado con la violencia descrita, que también cambia de estado las cosas que están ordenadas: Usted también desordena, y el desorden, acordamos, es una forma de violencia. Y que no le quede la idea de que pido que reivindique sus acciones violentas ingresando a una de esas sectas proto-religiosas que deshumanizan al ya inhumano hombre. No, pues la violencia está dentro de usted, usted no controla su violencia, sino que al revés.
La violencia es el Gran Hermano tras el sistema en el que estamos insertos, la violencia fue la única que pudo llevar a cabo la revolución personal y conquistar a cada uno de nosotros para actuemos a su antojo, como piezas de ajedrez.